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No le tengas miedo al dolor marzo 2, 2010

Posted by Malena Ferrini in Autoayuda.
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El accidente de Chernobyl

El desencuentro quizás fue porque  yo era pacata o vos estabas en la joda. No lo sé. A veces me detengo a pensar en esas tardes eternas que pasábamos hablando como amigos de toda la vida. Nos mirábamos y el ambiente se cargaba de una energía extraña e invisible. Era como radiactividad, y nos ardía en la piel, pero desde adentro.

Yo intentaba neutralizarlo porque ibas a hacerme sufrir y vos… no sé que hacías con todo eso. Quizás me buscabas pero no te dejaba encontrarme. Tal vez por eso me decías tantas cosas que yo no entendía (o no creí).

Ahora no encuentro una razón que justifique esta historia que no tuvo lugar y ya no puede ser o no será; pero al menos me permito inmutarme. Abro mis sentidos a los tuyos, que otra vez me horadan desde adentro. Busco consuelo en la ausencia y y me dejo llevar en unos (tus) brazos blancos y ajenos que tomo prestados por un único instante:

-Te quiero, vos no sabés lo que te quiero, siempre te quise.

Pero algo se ha perdido en el camino. Unos dedos acomodan mi mechón de pelo en la frente, me acercan papel tissue y agua. Una sonrisa incómoda ataja unas lágrimas saladas, y la urgencia del trabajo nos arranca del desvarío, la maldad o el contrasentido.

De pronto es de noche y estamos atónitos. Sabemos que todavía nos pasa algo parecido y quizás por eso no volvamos a vernos. Chateamos nuestra nostalgia, nuestra tristeza y nuestra culpa.

Esta mañana el desayuno es amargo. Sonrío miserablemente mientras me alegra un poco haber perdido el miedo a una radiactividad tan trasnochada.

Es eso, o amanecí en una Chernobyl recién evacuada.

Me aconsejó mi amigo, y tenía razón.