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Cómo lograr un maquillaje «smokey eyes» julio 17, 2011

Posted by Malena Ferrini in Consejos de belleza, En Sociedad, Make up, Temas familiares.
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No sé cómo fui a parar al cumpleaños de 80 de la abuelita de Connie. Fui superprpoducidísima.

Comí vithel toné, carne a la criolla, ensalada de verdes, queso reggianito, fideos a la fungi, flan con crema, brownie con helado, vino especiado, 3 cafés espresso. Perdí la cuenta con las copas de vino, pero no el decoro, porque me dormí acodada en la mesa cuando las invitadas empezaron a fumar Virginias como murciélagos mientras hablaban de análisis de orina en botellas de litro.

Volví tan hecha pomada que me olvidé de sacarme el maquillaje.

Menos mal que por primera vez, nadie trató de enchufarme un espejerto ni preguntó por qué sigo soltera.

Esta mañana me levanté y decidí dejarme la cara como la tenía nomás. Hacía meses que no lograba esta facha de estrella de rock. Como smokey eyes, pero mucho más creíbles.

Por si quieren hacerlo de la manera tradicional, les dejo el link.

Para qué va a querer comprar la vaca si tiene la leche gratis diciembre 8, 2010

Posted by Malena Ferrini in Asuntos de pareja, Cómo perder a un hombre, En Sociedad, Secretos de conquista.
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Esta es una de esas frases que dice la gente intentando ayudar a la joven desprevenida a decidir con lucidez los asuntos de su vida amorosa.

Mi amiga Connie la había escuchado de su abuela y me la dijo hace algunos meses, cuando me aconsejaba que no tuviera sexo si quería que un hombre me tomara en serio. Eventualmente la anoté en el archivo del blog para cuando viniera bien.

Qué ironía repensarla hoy. Traducirla a crudo lenguaje cotidiano.

Para qué querría casarse con vos, si puede tener sexo gratis.

Es horroroso comparar el matrimonio con una compra. La mujer con un animal. El sexo con un producto. Según esta frase, la mujer es un ser vivo que sirve para dar sexo. El matrimonio te da un dueño que se casa con vos porque no tiene otra forma de ponerla.

Pobre Connie. Finalmente resultó una hermosa vaca que se contoneaba en los verdes pastos, prometía deliciosa leche con sus enormes inalcanzables ubres de silicona, hasta que por fin tuvo el dueño que tanto soñó.

Será que se volvió intolerante a la lactosa el hombre, porque al cabo de un tiempo ha decidido que no la quiere más. La sacó del campo y le cerró la tranquera. La dejó desorientada en medio de la nada, perdida, sola e indefensa. Cruzando la ruta en busca de un pastito verde.

Ojalá encuentre un dueño nuevo antes de terminar arrollada, sangrando moribunda en el asfalto.

La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce (Jorge Luis Borges) diciembre 6, 2010

Posted by Malena Ferrini in Asuntos de pareja, Cómo perder a un hombre, En Sociedad, Ocio y viajes.
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Anoche, después de la cena de fin de curso Connie me trajo a casa. Cuando llegamos apagó el motor, y con las dos manos en el volante miró el horizonte, arrugó un poco la boca y sin dejar de mirar adelante me dijo llorando.

-Ay, Malen, esto me explota. Perdoname que me ponga así de repente. Anoche Alito me ha pedido el divorcio.

Cosas que se dicen en un segundo, cosas que necesitan años para ser asimiladas.

Le apoyé la mano en el hombro y giró para mirarme con ojos de alquitrán.

-Llegó de la oficina como siempre y se puso a ver History Channel… no me esperaba te juro, se levantó para servirse un vaso de agua, se apoyó en la puerta de la heladera y me lo dijo, Malen, como si me hablara de ir a comprar bananas…

-…

-Me lo dijo como si nada, me dijo «Connie, no doy más. Quiero que nos divorciemos.» … y yo que me imaginaba que los divorcios venían en medio de una pelea a gritos, que se mataban como los Roses, pero no así tan frío.

Connie vomitaba miseria mientras yo trataba de entender por qué me contaba a mí todo eso. No somos amigas. Nada más somos compañeras de curso. Me ve una vez cada dos semanas y siempre anda con un comentario choto sobre su vida en sociedad, o los triunfos del lindo marido que enganchó.

-Vos sos la única que sabe, no vayas a decir nada porque no sé quién… no sé como se sigue… después de esto.

Nunca la había visto tan deshecha, tan vacía y tan nadie como anoche. Quizás hasta le envidiaba la imagen feliz de llegar a la casa y tener unos brazos donde dejar el cansancio. Siempre tan entera, tan perfecta. Siempre acorde a la ocasión. Y ahora tan rota secándose lágrimas y mocos en mis pañuelitos descartables. Haciendo hipos y espasmos a los gritos. Contándome a mí su secreto mas doloroso.

-Nada, Connie, llorás unos meses. Aprendes a estar sola. Estas cosas son parte de la vida.

Mientras le corría el pelo de la cara porque se le estaba llenando de mocos, me agarró y me pegó un flor de abrazo. La pobre gemía como perro atropellado mientras yo trataba de calmarla. Fue tan sentido, tan triste. Hasta que me incliné para sobarle un poco la espalda y se alejó sobresaltada. Arrancaba otra vez el auto diciendo.

-Bueno, listo Malena. Ya fuimos bastante patéticas por hoy ¿no?

-Chau, Connie, gracias por traerme.

-Ay nena, ya que estás -me dijo dándome los pañuelos sucios- ¿Me tirás todo esto a la basura? no quiero que queden acá, a ver si los encuentra la empleada y se da cuenta.

Me bajé del auto. Quedé parada como un grito, llorando sin control en la vereda. Apretaba con bronca y pena el manojo de negro de carilinas con mocos. No entiendo qué fue lo que me dejó tan desahuciada.

Quizás volví a aprender que la felicidad nos es dada sin garantías.

El síndrome de fin de año* diciembre 1, 2010

Posted by Malena Ferrini in Ama de casa, Carrera y finanzas, En Sociedad, Ocio y viajes, Salud y prevención, Temas familiares.
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Empieza diciembre y lo siento en la atmósfera. Hé aquí el fin de año con su stress y sus obligaciones.

Los que estudian se angustian persiguiendo a los que dan clases. Consultas, clases de recuperación, entregas, globales, finales y copiosas planillas de regularidades. Los que hicieron la plancha en el año apuran el tranco para cerrar el ciclo más o menos en orden. Los que tienen empresa (y a veces también los que no) entran en una época de balance donde todo trabajo requiere ser completado antes de fin de año. Antes del vacío de enero, el único momento del año que nos dejan para salir de vacaciones a precios exorbitantes de temporada alta.

Mientras tanto sube la temperatura. El calor nos sorprende y genera un malhumor generalizado que amalgama muy bien con el stress de la época. El aire acondicionado taladrando helado en la espalda. La garganta tomada, la tortícolis. Afuera el colectivo lleno y otra vez treinta y dos grados. Desabrigarte. Encontrarte los rollos y pensar que con el cansancio acumulado del año ya es mucho pedir caminar dos cuadras hasta el chino para comprar algo sano de comer. Imposible empezar una dieta entre tantos brindis, cenas de egresados,  agasajos de fin de año y todas esas obligaciones sociales de trasnoche que nos dejan más rotos de lo que ya estamos.

El sólo pensar en la plata que tenemos por gastar nos parte la cabeza. Los comerciantes están bien avispados y ya vienen subiendo los precios hace un rato. Ver aparecer mágicamente en la cuenta del banco el glorioso aguinaldo, verlo también escapar como arena entre los dedos. Que los regalos, que la comida orgiástica y trabajosa, que los cuetes, que el champán. Armaremos un horrendo pino de plástico que junte tierra. Que con quién pasás las fiestas. Todavía no sé, seguramente haciendo fuerza para sonreír y llenándome la boca de porquerías engordantes. Aguantando el sopor para brindar a las doce, justo antes de irme a la cama.

Odio la feliz navidad vacía y consumista. Detesto el próspero año nuevo ineludible y artificial.

¿Cómo se hace para cambiar eso?

*Acá encontré unos consejos medio chotos para superarlo.